Me tomé el micro, y ahí, no más, en el ómnibus, ofrecí cosméticos. Dejé un teléfono a una señora. Luego me bajé, y llegué hasta la Biblioteca San Martín. Dejé un par de libros, que había pedido, para después, llevar dos más. Hablo con Carina, la cual me pide dos productos. Todo bien, para irme caminando por la avenida San Martín. En eso, paso por una señora y ella:
--¡Atchisss!...
Estornuda.
--¡Salud!.
Le digo.
--¡Gracias!.
Una cuadra más abajo, pasa una chica, y al caminar por la salida de la calle....¡zaaazz!...se resbala y cae.
La trato de levantar...Pero porque se cayó, eh....En serio. Después, se levanta, me agradece mi gesto de interesarme por su caída, y se va. Bue!....Ya ni levanto a una mujer en la calle...O sea....
Tomo el micro. Cuando estoy adentro, veo a una chica, parecida a una novia que tuve en los ochenta.
--¿Vos no te llamas Adriana?
-No.
Me siento. Nunca está de más comunicarse. Hace bien para las endorfinas. Ja! Total, soy respetuoso. La participación, no es sólo para denunciar o pedir algo al empresariado. Sale de adentro.
Cuando bajo para ir a mi casa, le ofrezco el catálogo a un chica, que baja conmigo y se dirige al mismo barrio. No quiere nada. Está por hablar por el celular. Todas hablan y hablan. ¿Qué dirán tanto? Están desatadas, o atadas, según cómo se vea..¿no?.
Al entrar a mi depto, converso con mi vecina Gretel. Me cuenta de otra vecina. Y de una amiga. Le hago chistes, y luego de unos quince minutos, me dispongo a tirarme en la cama, para un breve descanso. Aunque usted no lo crea. De Ripley. En la dimensión desconocida. Y cosida con el hilo de Ariadna, y de Afrodita; además de otras Diosas, que andan por el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario