Llamo por telefono a la Biblioteca San Martín. Quiero ir el lunes,pero me dicen que no; que venga hoy. Agarro el micro y voy a llevar los libros que había pedido. Y de paso, me traía dos más.
Cuando vamos por Jorge A. Calle, sube el simpático señor X. ¿Quién es? Un hombre de edad, que lleva un bastón, de saco gris. Se sienta y empieza a hablar, con una anciana. Acostumbra a parlotear. Se queja, generalmente. Pero hoy estaba un poco más dócil.
--Porque yo no creo en el señor Dios...eh....yo no sé, pero ese no existe...nunca existió...yo no creo en ese...
La mujer lo mira. Continúa:
--Porque en este país somos todos sinverguenzas....mire usted cómo está todo...y tengo por cumplir 96 años...
--¿Ah..si?...mire....tantos años...
--Para qué...dirá usted. Tengo cuatro hijos. Algo es algo.
--Yo dos.
--Y ahora me voy a ganar quince pesos.
-¿En qué?..
--En el tragamonedas.
Luego siguen hablando pero no logro escuchar debido al ruido del motor, la calle, etc....
Me bajo, y voy a la biblio. Alli me traigo dos libros de astronomía, de re-chupete. Antigua expresión. Eh. Hablo con Mariana, de mi separación, y del telescopio. Se alegra. La saludo y vuelvo a tomar el micro. De nuevo, -después de unos 30 minutos- sube el señor X. Y bajo mientras leo el libro de los astros. Aquí estoy, ya, escribiendo la crónica. De un nuevo día. Aunque usted no lo crea. De Ripley. En la dimensión desconocida.
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