Voy al Hospital Lagomaggiore, donde ayer dejé el catálogo de cosméticos. En el trayecto me encuentro con el plomero:
--¡Hola!...¿viene a ver algún caño del hospital?
--No...no...tengo que ver a mi suegra que la operaron...
--Ah...bueno...espero que se mejore...
Sigo viaje. Llego a la entrada, y pregunto a una mujer:
--¿No me dejaron un librito de cosméticos?.
--A veer...si..aca está...
Me lo da. Voy por la salida del nosocomio, y empiezo a ofrecer, ahí. Primero, a una joven que iba caminando con otra. No. Luego a otra señora. No. Me acerco a una joven. Lo ve por varios minutos. Y le dejo el teléfono, en el momento que justo viene el micro. Pero le alcanzo a dar el papel que me pasó con mi número.Por si quiere vender los productos. Después, voy a ver a una señora que está con otra enseñándole a tejer. Me dice que está ocupada,pero algo ve. Luego me lo devuelve pidiendo disculpas amablemente. Al final de la tarde, voy a una panchería. Y mientras la mujer está trabajando le digo que espero a que entregue el pancho. Después, le hablo de los productos, y me ve el catálogo. Es la última persona. Llego a mi departamento, y escribo esto. El relato de hoy. Aunque usted no lo crea. De ripley. Dimensión desconocida, y cocida con hilo de oro, plata, cobre y alguno que otro aluminio.
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